martes, 29 de mayo de 2012

Jarrón.

Imagina: un jarrón.
Está expuesto, esperando a que alguien se fije en él. Entonces, después de más o menos tiempo, capta la atención de alguien.
Al principio, provoca una sensación atractiva, inquietante. Lo examina con suma delicadeza, estudia todos sus recovecos, conoce todos sus secretos. Pero el tiempo no pasa en balde, ése jarrón llega un momento en que ya no le resulta interesante, es más, le molesta. Y en un determinado momento, ¿qué ocurre? Lo tira del expositor, y se rompe.
Con el tiempo, otras personas llegan al expositor, y ven a sus pies un jarrón hecho pedazos. Podrían juntar los trozos, aún son bastante grandes, pero provoca mayor placer dejarlos caer, y ver cómo se rompe en trozos más pequeños.
Alguna vez, alguien se paró e intentó juntar los trozos con el pegamento de su alma, pero ya eran bastante pequeños, de modo que al cabo de un tiempo, la exasperación da lugar a la derrota, lanzando el trabajo hecho contra el suelo, echando a perder todo el progreso.
El jarrón está hecho añicos, no se sabe ya si tiene solución, si alguien, algún día, tendrá paciencia y valor para arreglarlo.

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